Conaie denuncia desalojo de indígenas en favor de minera china. Fuente página de Facebook de la Conaie..

Han pasado más de dos años desde que treinta familias de la parroquia Tundayme, en el corazón de la Cordillera del Cóndor, fueron desalojadas violentamente, en favor de la misma empresa minera que tanto prometió.

Dos años de una herida profunda y abierta, que han ocasionado separación de familias, separación entre hermanos, hambre, pobreza y desesperanza. Dos años, donde poco se ha contado, donde se ha silenciado el drama de familias indígenas campesinas, que son víctimas de un modelo atractivo que está matando, que está destruyendo.

Y esta es solo una parte de la historia, una parte de una historia donde solo gana el capital y la hermana Madre Tierra es víctima. La minería a cielo abierto, desgarra las entrañas de una cordillera amazónica que ha sido el hogar de pueblos ancestrales, sitio sagrado donde habitan “otras gentes”, espíritus, fuentes de energía y vida plena, y que además posee un significado histórico para el Ecuador, ya que fue el lugar donde se defendió la soberanía del país, frente al Perú, en una guerra que costó la vida de muchos hermanos, y que muchos pobladores recuerdan con dolor para ahora afirmar “de qué nos sirvió defender nuestro territorio, para ahora perderlo de esta manera y entregarlo a China”-

La comunidad CASCOMI está en resistencia, aún en medio de tantas violaciones a sus derechos y a pesar de estar fuera de su casa y si acceso a la tierra. Mantiene una postura crítica ante la actuación del Estado y de la empresa minera en la Cordillera del Cóndor, partiendo de la defensa de la Amazonía como bien común de la humanidad que debe ser salvaguardado y defendido, y reivindicando justicia social para todas las personas afectadas por los desalojos y la contaminación de su espacio natural, que les impide continuar con su proyecto de vida.

Estado y empresas

Cual resto de Israel, en Tundayme, un grupo de familias amantes  de su tierra se fueron haciendo conscientes  de las artimañas empresariales, se organizaron y adoptaron una postura de resistencia, de defensa del territorio. Sobre ellas recaen especialmente las medidas represoras del Estado y de la empresa.

Las empresas mineras llevan intentando adueñarse de las tierras de la Cordillera del Cóndor desde el año 2000 (en ese momento se trataba de una empresa canadiense, hoy china). Para ello se sirvieron del estado de necesidad de la gente (ofreciendo dinero por sus predios), del ocultamiento de información e incluso de testaferros.

En 2008, en Ecuador, se da el proceso para una nueva Carta Magna, con la Asamblea Constituyente y se dictamina el Mandato Constituyente Minero, que establece, entre otras cosas, que las concesiones mineras deben revertir al Estado y ser nuevamente concesionadas, premisa que no ha sido cumplida y, por lo tanto, desde entonces la concesión minera de Cóndor Mirador está en situación irregular.

En septiembre de 2013, el Estado emite un informe en el que se señalan una serie de irregularidades en el Proyecto Minero Mirador, pero hasta ahora no se ha hecho nada.

Se han afectado las formas comunitarias de Tundayme que, en 2014, sufre la destrucción de la capilla y escuela de San Marcos, construidas por la comunidad mediante mingas. Y desde 2015 se han estado llevando a cabo desalojos de las familias mediante la fuerza, la intimidación y la desigualdad de posibilidades, ofreciendo una reubicación que no ha sido cumplida.

Derecho a la tierra

Al violar el derecho a la tierra, se vulnera también el derecho al trabajo y a la cultura, pues en todos los casos la vinculación a la tierra era cuestión identitaria y fuente de ingresos importantes. En el momento del desalojo, la totalidad de las familias trabajaban la tierra; además, tres personas trabajaban como empleados de la compañía minera; a dos de ellas se les reconoció el contrato tras los hechos, la otra sigue trabajando en la compañía porque, como dicen, “no me gusta lo que hacen, pero hay necesidad de trabajo”. Actualmente, solo tres familias siguen viviendo de la tierra, ocho se emplean como jornaleros y en cinco casos no tienen posibilidad alguna. En todos los casos, la pérdida de la tierra ha supuesto la disminución de ingresos importantes.

La mirada de Dios desde las víctimas

Todo depende desde el punto de vista del que se miren las cosas, y la mirada de Dios es desde las víctimas. No podremos acercarnos a la verdad desde la mirada del Poderoso, siempre teñida de intereses. El Dios que ama la vida alienta el camino de las comunidades que luchan por sus derechos. Sin tierra no hay vida, no hay derechos. Compartir justas reivindicaciones es un honor. Les asiste la autoridad de quien ha sido víctima de atropello, se levanta y se convierte en protagonista de su historia de lucha.

En la implicación con ellos, la Iglesia asume su papel propio: caminar junto al pueblo humilde que protagoniza su historia. Todo parece en contra; el poder de los poderosos apabulla, pero como dice la Laudato Sí (n. 74): “(Dios), si pudo crear el universo de la nada, puede también intervenir en este mundo y vencer cualquier forma de mal. Entonces la injusticia no es invencible”.

Derecho a la vivienda

Las familias no han recibido alternativa al desalojo y han tenido que buscar cada cual una salida de urgencia. La gran mayoría de ellos se reparten entre acogimiento en vivienda familiar (donde aparecen problemas por hacinamiento), arriendo (problemas económicos por ellos), y, en unos pocos casos, cuentan con una propiedad. En todos los casos manifiestan haber empeorado sus condiciones habitacionales.

“La minería destruye todo. Afecta a los del campo y también a los de la cuidad, porque los productos salen del campo” (Willian Uyaguari)

“Hoy no podemos dejar de reconocer que un verdadero planteo ecológico se convierte siempre en planteo social, que debe integrar la justicia en las discusiones sobre el ambiente, para escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los pobres”. (Papa Francisco – Laudato Si)