El objetivo de este documento es analizar la relación entre el ciclo económico y diversas variables monetarias y financieras con el fin de determinar si han sido estables en el tiempo, teniendo en cuenta los efectos de las modificaciones en las condiciones económicas generales, la estrategia específica adoptada de política monetaria en diferentes subperiodos y las condiciones institucionales en que esta se maneja. Para probar la estabilidad de estas relaciones, una vez que se obtienen los indicadores del ciclo mediante los filtros convencionales, se emplea la metodología de cambio estructural de Bai y Perron (1998). Los resultados destacan dos cambios estructurales en la relación entre el indicador del ciclo y las variables de inflación, tasa de interés, tipo de cambio nominal y agregados monetarios nominales, uno a mediados de los años ochenta y el otro a mediados de los noventa.
INTRODUCCIÓN
Durante las últimas cuatro décadas, la política monetaria en México ha tenido como objetivo prioritario el control de la inflación, aunque al mismo tiempo, también ha afectado el desempeño productivo de la economía. En particular, a finales de los años setenta y principios de los ochenta del siglo XX, contribuyó al impulso de la actividad productiva y, con ello, a la agudización de los desequilibrios que exacerbaron la inflación y el déficit de cuenta corriente, lo que provocó la crisis de deuda pública de 1982 (Ros, 1987). Desde entonces, la política monetaria se ha enfocado en estabilizar la inflación, primero mediante una serie de programas de estabilización ortodoxos, que -ante su fracaso-fueron reemplazados a finales de 1987 por un programa heterodoxo en el que se usó el tipo de cambio como ancla nominal (Dornbusch y Simonsen, 1987; Jarque y Téllez, 1994). Posteriormente, se retornó a esquemas ortodoxos instrumentados en el marco de la autonomía del Banco de México, otorgada en 1994, para mantener la inflación en niveles bajos, primero a tasas declinantes y después en torno al objetivo de largo plazo de 3±1% anual (Banco de México, 2002).
En general, se puede decir que la labor del Banco de México ha sido exitosa en términos de estabilización de la inflación. Sin embargo, algunos estudios sugieren que la política monetaria ha sido muy restrictiva, lo que ha generado efectos negativos sobre los niveles de inversión (Perrotini, 2004) y la competitividad como consecuencia de la sobrevaluación cambiaria (Villarreal y Hernández, 2016; Galindo y Ros, 2006). Más aún, Aparicio y Peraza (2003) sugieren que los efectos negativos de la política monetaria sobre la producción son mayores, cuando el nivel de la inflación se aproxima al 5.0%.
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