La guerra química es el uso de compuestos químicos con propiedades venenosas como armas. Este tipo de guerra se distingue de la guerra nuclear, química y radiológica, que son todas ellas formas de guerra. Durante la Guerra Mundial, el primer uso a gran escala de un arma convencional de destrucción masiva química, biológica o nuclear supuso el uso con éxito de armas químicas. Debido a las actividades de movilización de la ciencia y la ingeniería de los principales beligerantes, los historiadores se refieren ahora a la Gran Guerra como la guerra química.
La creación, fabricación y despliegue de gases de guerra como el cloro, el fosgeno y la mostaza, que amenazaban no sólo a los soldados y civiles en el campo de batalla, sino también a los trabajadores químicos del frente interno implicados en los procesos de producción a gran escala, produjeron un nuevo y complejo problema de salud pública. Durante aquella contienda, la historia de la investigación y el desarrollo de armas químicas La rivalidad colonial, la rivalidad económica y los diversos enfrentamientos ideológicos y culturales entre los Estados nación europeos, cada vez más numerosos, fueron algunas de las causas de la Guerra Mundial.
Un complicado y vinculante sistema de alianzas entre las Potencias Centrales Austria Hungría, Alemania y Turquía y las Potencias Aliadas Los agentes nerviosos para la guerra química son compuestos anticolinesterásicos diseñados específicamente para causar efectos incapacitantes o la muerte durante el combate. Tanto la preparación de la comunidad ante emergencias como la rehabilitación de las instalaciones militares en las que se han procesado y/o almacenado agentes son importantes y es la disponibilidad de información sencilla, sucinta y oportuna sobre las características y cuidados de los agentes, así como de recomendaciones de exposición basadas en la salud y derivadas del uso de técnicas modernas de análisis de datos. Los agentes nerviosos GA tabún, GB sarín, GD somán, GF ciclosarín y VX, así como el agente GE, tienen estos parámetros se resumen.
Varios acuerdos internacionales han intentado restringir y finalmente eliminar las armas químicas. En 1874, la Declaración de Bruselas prohibió a las partes el uso de veneno o armas envenenadas. La Conferencia de La Haya, que se firmó en 1899 y entró en vigor en 1900, prohibió el uso de proyectiles cuya finalidad sea la difusión de gases asfixiantes o deletéreos.
Entre las Armas de Destrucción Masiva (ADM), la guerra química (Q) es probablemente una de las más brutales creadas por la humanidad. Los agentes de guerra química son sustancias químicas sintéticas extremadamente tóxicas que pueden dispersarse en forma de gas, líquido o aerosol o como agentes adsorbidos a partículas para convertirse en polvo. Estos agentes CW tienen efectos letales o incapacitantes en los seres humanos[1]. Se diferencian de los productos químicos explosivos en que los efectos destructivos son causados por la fuerza cortante y están localizados. Se conocen miles de sustancias tóxicas, pero sólo algunas de ellas se consideran agentes de guerra química por sus características, a saber, alta toxicidad, imperceptibilidad para los sentidos y rapidez de acción tras la diseminación y persistencia, y figuran como sustancias químicas catalogadas en la Convención sobre Armas Químicas (CAQ).
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