Este artículo estima los retornos externos a la educación en México utilizando datos de la muestra de los Censos de Población de 2000 y 2010. Los resultados indican que el incremento de un punto porcentual de la participación de egresados universitarios en México, se traduce en un aumento de más de seis por ciento sobre los salarios promedio de las zonas metropolitanas, en un periodo de diez años. Analizando si estos efectos se deben a externalidades o a movimientos sobre la curva de demanda, se encuentra que parte de esos retornos, se deben a la interacción directa o indirecta de tales individuos.
INTRODUCCIÓN
Si bien existe consenso respecto a la magnitud de los retornos privados de la educación (aproximadamente 7% a 11% por año extra de escolaridad para Estados Unidos)1, aún no hay acuerdo sobre la existencia, y mucho menos sobre la magnitud de los retornos sociales de la educación superior y los canales a través de los cuales operan (Moretti, 2004a). En este documento se analizan por primera vez los rendimientos sociales para un país en desarrollo como México2 , hasta donde sabemos, y se concluye que son significativos.
Los rendimientos sociales de la educación pueden surgir bien de la interacción directa con personas más educadas, ya que aprendemos trabajando y hablando con otros individuos o, como se explicará más adelante, indirectamente a través de los efectos que la presencia de personas más educadas tiene sobre los precios.
La hipótesis de los rendimientos sociales de la educación superior y las externalidades generadas por la interacción directa o indirecta con individuos más educados es crucial para la teoría del crecimiento económico y la política educativa. Teóricos del crecimiento como Lucas (1988) sostienen que, dependiendo de su magnitud, las externalidades del capital humano pueden considerarse un factor determinante del desarrollo. Además, muchos economistas como Mankiw, Romer y Weil (1992) y Benabou (1996) consideran que las disparidades de renta y productividad entre países son el resultado de diferencias en la distribución del capital humano. Según Goldin y Katz (2008) y Acemoglu y Autor (2012), las inversiones en capital humano pueden desempeñar un papel igualador en el contexto de un cambio tecnológico sesgado hacia la cualificación. Si la tecnología está sesgada hacia la cualificación, cuando se produce un cambio tecnológico (la demanda se desplaza), beneficia a los trabajadores cualificados aumentando la desigualdad entre individuos cualificados y no cualificados. Sin embargo, si el cambio va acompañado de aumentos constantes del capital humano (desplazamientos de la oferta), la desigualdad puede reducirse. Goldin y Katz (2008) consideran estas fuerzas contrapuestas como una "carrera entre la educación y la tecnología".
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