La B53, diseñada para destruir búnkers en la Unión Soviética, era 600 veces más potente que la bomba de Hiroshima, lanzada al final de la Segunda Guerra Mundial.
El arma nuclear, que pesaba más de 4,5 toneladas y era del tamaño de una minivan, fue desmantelada en las instalaciones de Pantex, la única planta en EE.UU. diseñada para montar y desmontar armas atómicas. La bomba fue diseñada para aterrizar suavemente con cinco paracaídas y, posteriormente, con una explosión de 9 megatones (millones de toneladas de TNT), simular un terremoto y destruir búnkers subterráneos que podrían servir de escondite para líderes militares y civiles.
"El mundo será un lugar más seguro tras el desmantelamiento de esta arma", subrayó Thomas D´Agostino, director de la Administración Nacional de Seguridad Nuclear del Departamento de Energía de EE.UU. (NNSA, por sus siglas en inglés).
Menos potencia, más precisión
El corresponsal de la BBC en Washington, Jonny Dymond, señala que la bomba atómica formó parte del arsenal estadounidense hasta 1997, destacando que un total de 340 fueron construidas durante la década de los sesenta.
Su desactivación, agrega nuestro corresponsal, deja a EE.UU. con poco más de 5.000 cabezas nucleares, menos de una cuarta parte de la cifra disponible cuando cayó el Muro de Berlín en 1989. Para el desmantelamiento de este martes se tuvo que crear un programa especial de entrenamiento, ya que el artefacto fue construido por científicos que fallecieron o se encuentran jubilados.
La NNSA señaló que el programa fue concluido un año antes de lo previsto. Las B53 fueron sustituidas por bombas que excavan el suelo y luego explotan, lo que las hace requerir menos potencia que sus predecesoras. Con la desaparición de las B53, la mayor bomba operativa en el arsenal estadounidense será la B83, según informó la Federación Estadounidense de Científicos, que tiene "solo" 1,2 megatones, casi nueve menos que la desmantelada este martes, pero 100 más la arrojada en Hiroshima. La falta de poder de fuego se compensa con la mayor precisión que los científicos aseguran que tienen las bombas contemporáneas, lo que reduce el llamado daño colateral.
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