“Con las células del tejido muscular se elabora un producto cárnico de forma y apariencia similares a la carne picada, pero no incluye otros elementos de la carne tradicional como el tejido adiposo, de sostén o de proteína de colágeno”, destaca el docente.
En estos productos solo se contempla el cultivo de célula muscular, y los primeros ensayos han sido de carne tipo hamburguesa o albóndiga. El proceso se hace en laboratorios, a partir de un biorreactor y de otros elementos tradicionales como enzimas y promotores de crecimiento de las células.
La carne tradicional de animales sacrificados contiene células musculares, tejidos adiposo y proteínas de colágeno, a diferencia de la carne hecha en laboratorio, que hasta el momento solo contempla el cultivo de célula muscular.
“Además de la proteína, la carne tradicional contiene otros nutrientes y minerales como calcio, fósforo, hierro, vitaminas y complejo B, que actualmente no están presentes en la opción de laboratorio. Por eso los investigadores trabajan en suministrar estos nutrientes a la carne de laboratorio, además de otros componentes que le permitan mejorar su apariencia y sabor”, explica el profesor Amador.
Esta alternativa se planteó para la alimentación de los astronautas durante los viajes espaciales, y con el tiempo se ha visto como una solución a futuro para la nutrición de la especie humana. Sin embargo, desde el punto de vista biológico aún hay controversia sobre si la carne de laboratorio genera beneficio o no, ya que también requiere de plantas especializadas y de fuentes energéticas (posiblemente de combustibles fósiles) que generarían contaminación.
Los laboratorios en los que se produzca esta carne deben ser plantas con características inocuas y sanitarias, como por ejemplo los centros médicos de cultivo de tejido para reemplazo de piel o donación de órganos.
La primera carne de laboratorio costó cerca de 250.000 dólares, por lo que los investigadores esperan que el costo de producción de 1 kilo pueda oscilar entre 8 y 10 dólares.
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