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2017-10-23El estado mundial de la agricultura y la alimentación 2017

FAO |Al aprobar la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, hace dos años, la comunidad internacional se comprometió a erradicar el hambre y la pobreza y a alcanzar otros objetivos importantes, como lograr una agricultura sostenible, garantizar una vida saludable y trabajo decente para todos, reducir la desigualdad y promover el crecimiento económico inclusivo.

Dado que tan solo faltan 13 años para que venza el plazo, fijado en 2030, ahora es necesario adoptar medidas concertadas para poder alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS).

No podría haber una llamada de atención más clara que la nueva estimación de la FAO de que el número de personas que padecen subalimentación crónica en el mundo se sitúa en los 815 millones. La mayoría de la población que sufre el hambre vive en países de ingresos bajos y de ingresos medianos bajos, muchos de los cuales aún deben realizar el necesario avance hacia la transformación estructural de sus economías. Las transformaciones llevadas a cabo con éxito en otros países en desarrollo fueron impulsadas por el crecimiento de la productividad agrícola, que dio lugar al desplazamiento de personas y recursos de la agricultura a los sectores manufacturero, industrial y de los servicios, a enormes aumentos de los ingresos per cápita y a reducciones drásticas de la pobreza y el hambre. Los países que se quedaron atrás en este proceso de transformación se concentran principalmente en el África subsahariana y Asia meridional. La mayoría tienen en común economías con una gran proporción de empleo en la agricultura, hambre y malnutrición generalizadas, y altos niveles de pobreza. Según las últimas estimaciones, alrededor de 1 750 millones de personas en países de ingresos bajos y de ingresos medianos bajos sobreviven con menos de 3,10 dólares estadounidenses diarios, y más de 580 millones padecen subalimentación crónica.

Las posibilidades de erradicar el hambre y la pobreza en estos países quedan truncadas por la baja productividad de la agricultura de subsistencia, el margen limitado para la industrialización y, sobre todo, por el rápido crecimiento de la población y el aumento explosivo de la urbanización. Se prevé que su población total aumente un 25% entre 2015 y 2030, pasando de 3 500 millones a casi 4 500 millones de habitantes. Sus poblaciones urbanas crecerán a un ritmo dos veces más rápido y pasarán de 1 300 millones a 2 000 millones. En el África subsahariana, se estima que el número de personas con edades comprendidas entre los 15 y los 24 años aumentará en más de 90 millones para 2030 y que la mayoría vivirá en zonas rurales. Los jóvenes del medio rural que se enfrenten a la perspectiva de una vida de pobreza absoluta puede que tengan pocas alternativas aparte de migrar, a riesgo de mejorar solo ligeramente sus condiciones, ya que es probable que no haya suficientes puestos de trabajo disponibles para ellos en contextos urbanos.

La conclusión general de este informe es que el cumplimiento de la Agenda 2030 depende de manera crucial del progreso de las zonas rurales, que es donde vive la mayoría de la población pobre y hambrienta. Los datos que contiene demuestran que, desde la década de 1990, las transformaciones rurales de muchos países han dado lugar a un aumento de más de 750 millones en el número de personas del medio rural que viven por encima del umbral de la pobreza. Para lograr los mismos resultados en los países que se han quedado atrás, en el informe se esboza una estrategia que aprovecharía el enorme potencial inexplotado de los sistemas alimentarios para estimular el desarrollo agroindustrial, impulsar la productividad y los ingresos de los agricultores en pequeña escala, y crear empleo no agrícola en los segmentos en expansión de las cadenas de suministro | v | y de valor de los alimentos. Esta transformación rural inclusiva contribuiría a la erradicación de la pobreza rural al tiempo que ayudaría a poner fin a la pobreza y la malnutrición en las zonas urbanas.

Un factor determinante de la transformación rural inclusiva será el crecimiento de la demanda procedente de mercados urbanos de alimentos, que consumen hasta el 70% del suministro alimentario incluso en países con una gran población rural. Debido al aumento de sus ingresos, los consumidores urbanos están modificando significativamente su alimentación, reduciendo el consumo de alimentos básicos en favor de pescado, carne, huevos, productos lácteos, frutas y hortalizas de mayor valor, y, en general, alimentos con un mayor grado de elaboración. Se prevé que el valor de los mercados urbanos de alimentos del África subsahariana se incremente de 150 000 millones de dólares estadounidenses a 500 000 millones entre 2010 y 2030.

En consecuencia, la urbanización brinda una oportunidad de oro para la agricultura. Sin embargo, al mismo tiempo plantea desafíos para millones de agricultores familiares en pequeña escala. La mayor rentabilidad de los mercados puede dar lugar a la concentración de la producción alimentaria en grandes explotaciones comerciales, el predominio de grandes elaboradores y minoristas en las cadenas de valor, y la exclusión de los pequeños productores. Para garantizar que los productores en pequeña escala participen plenamente en la tarea de satisfacer la demanda urbana de alimentos, se necesitan medidas normativas que reduzcan los obstáculos que limitan su acceso a los insumos, fomenten la adopción de enfoques y tecnologías sostenibles desde el punto de vista ambiental, incrementen el acceso al crédito y los mercados, faciliten la mecanización agrícola, revitalicen los sistemas de extensión agrícola, fortalezcan los derechos de tenencia de la tierra, garanticen la igualdad en los contratos de suministro y refuercen las organizaciones de productores en pequeña escala. La demanda urbana, independientemente de su volumen, no podrá mejorar por sí sola la producción y las condiciones de mercado de los agricultores en pequeña escala. Las políticas e inversiones públicas de apoyo son un pilar fundamental de la transformación rural inclusiva.

El segundo pilar es el desarrollo de la agroindustria y la infraestructura necesaria para conectar las zonas rurales con los mercados urbanos. En los próximos años, es probable que muchos agricultores en pequeña escala abandonen la agricultura, y la mayoría no logrará encontrar empleo decente en economías rurales que son, por lo general, de baja productividad. Un sector agroindustrial dinámico unido al crecimiento del sector de los servicios en las zonas rurales crearía puestos de trabajo en las economías locales, en especial para las mujeres y los jóvenes, lo cual mejoraría los ingresos y respaldaría los avances generales en materia de nutrición, salud y seguridad alimentaria.

La agroindustria ya es un sector importante en muchas economías basadas en la agricultura. En el África subsahariana, la elaboración de alimentos y bebidas representa entre el 30% y el 50% del valor añadido total de manufactura en la mayoría de los países y, en algunos, supera el 80%. No obstante, el crecimiento de la agroindustria a menudo se ralentiza al no disponerse de la infraestructura básica, desde carreteras rurales y redes de suministro eléctrico hasta instalaciones de almacenamiento y transporte refrigerado. En muchos países de ingresos bajos, estas limitaciones se ven agravadas por la falta de inversiones de los sectores público y privado.

El tercer pilar de la transformación rural inclusiva es un enfoque territorial en la planificación del desarrollo rural, concebido para fortalecer las conexiones físicas, económicas, sociales y políticas entre los pequeños centros urbanos y sus zonas rurales circundantes. En el mundo en desarrollo, aproximadamente la mitad de la población urbana total —es decir, casi 1 500 millones de personas— vive en ciudades de 500 000 habitantes o menos. Ignoradas con demasiada frecuencia por los PRÓLOGO | vi | responsables de las políticas y la planificación, las redes territoriales de ciudades pequeñas y pueblos son importantes puntos de referencia para la población rural: lugares en los que compran sus semillas, envían a sus niños a la escuela y acceden a la asistencia médica y a otros servicios.

Investigaciones recientes han demostrado que el desarrollo de las economías rurales suele ser más rápido, y generalmente más inclusivo, cuando se integra con el de estas zonas urbanas de menor tamaño. En el enfoque de desarrollo agroterritorial descrito en el presente informe, los vínculos entre las ciudades pequeñas y pueblos y sus zonas de influencia rurales se fortalecen mediante obras de infraestructura y políticas que favorecen relaciones entre los productores, los elaboradores agroindustriales y los servicios complementarios, así como otros segmentos finales de las cadenas de valor de los alimentos, como los circuitos locales de producción y consumo de alimentos. Algunos ejemplos del enfoque aquí descrito son los corredores agrícolas, en los que las líneas de transporte, que en ocasiones se extienden a lo largo de cientos de kilómetros y que conectan las zonas de producción con pequeños centros urbanos, y los conglomerados agrícolas, que unen a productores, elaboradores e instituciones para abordar los desafíos comunes.

Se alienta a los encargados de formular las políticas a que reconozcan la función catalizadora que desempeñan las ciudades pequeñas y pueblos al facilitar el nexo entre el medio rural y el urbano, y brindar a los pequeños agricultores mayores oportunidades de comercializar sus productos y beneficiarse del crecimiento económico. Las ciudades pequeñas y pueblos también pueden servir como centros para un próspero sector de los servicios, que impulsaría el crecimiento económico generalizado en las zonas rurales y la transformación estructural de la economía en su conjunto.

La FAO ha publicado los informes de El estado mundial de la agricultura y la alimentación cada año desde 1947. Gracias a los avances que se han producido en la agricultura desde entonces, se ha incrementado considerablemente la producción de alimentos, se ha reforzado la seguridad alimentaria mundial y se han respaldado las transformaciones estructurales que han traído prosperidad a gran parte de la población mundial. Sin embargo, con un número estimado de 815 millones de personas en todo el mundo que aún padecen hambre crónica y millones más que viven en la pobreza, todavía queda mucho por hacer. Las metas mundiales de poner fin a la pobreza y lograr el objetivo del hambre cero para 2030 solo se podrá alcanzar si se fomenta un crecimiento económico más inclusivo. La comunidad internacional debe colaborar ahora para garantizar que aquellos que “se han quedado atrás” ocupen el lugar que les corresponde en un mundo al servicio de las personas, el planeta, la prosperidad, las alianzas y la paz.

José Graziano da Silva Director General de la FAO


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