¿Cómo afecta el COVID-19 a la construcción de vivienda?
El acceso a vivienda de calidad y como consecuencia la alta tasa de vivienda informal es uno de los principales retos que enfrentan las ciudades de América Latina y el Caribe (ALC)[1]. La crisis del COVID-19 ha evidenciado la alta vulnerabilidad que los hogares informales enfrentan al contar con condiciones precarias como hacinamiento y falta de acceso a servicios de agua y saneamiento. Esto está demostrando la importancia de invertir en infraestructura de vivienda que atienda a las poblaciones vulnerables, así como mecanismos y reformas que contribuyan a reducir los déficits de vivienda.
La paralización de la industria de construcción por el COVID-19 se ve reflejado en altos niveles de desempleo. El sector construcción en ALC representa una parte importante del gasto en inversión pública[2] y una fuente significativa de empleos[3]. Además, la inversión en construcción tiene un efecto multiplicador en la economía, generando empleo indirecto y dinamiza otras industrias que forman parte de la cadena de producción. Así mismo, este sector emplea una alta proporción de la población no calificada y vulnerable socioeconómicamente que depende de los ingresos diarios, afectando a poblaciones que no cuentan con un “colchón económico” que les permita mantenerse por un tiempo prolongado.
Permitir que las empresas de construcción que se encontraban realizando obras públicas quiebren, implica altos costos para reanudar las obras y mayores retrasos en su culminación. Por ejemplo, el Ministerio de Vivienda y Urbanismo (MINVU) de Chile estima que contratar a una empresa nueva para retomar la construcción de una obra que se encuentra en un 60% de avance implica un costo mucho mayor que cubrir el 40% faltante de la obra. Esto podría resultar en la incapacidad de los gobiernos en completar las obras a mediano plazo.
Experiencias internacionales
Dado que el sector de construcción, principalmente el asociado a vivienda es clave para mitigar los efectos del COVID-19, muchos países ya se encuentran implementando medidas referentes al sector de construcción inmobiliaria, tanto fiscales y financieras como logísticas.
Algunos países han adoptado medidas fiscales y financieras dirigidas a las empresas del sector construcción, con el fin de reducir el impacto negativo en el empleo y evitar que las empresas quiebren. Por ejemplo, en Chile, se adoptó una medida que permite anticipar los pagos a las empresas constructoras de vivienda social para que cubran el salario de los trabajadores y evitar el quiebre de estas. En Israel se incrementó el porcentaje de la cartera crediticia de los bancos (de 20% a 22%) que financia a las empresas constructoras. Así también, en Canadá el gobierno federal ofreció un monto de $65 billones para financiar créditos a las empresas de diversos sectores, incluyendo construcción, y en Argentina, el gobierno ha subsidiado préstamos de las empresas relacionadas a este sector. En Bélgica, dado que las empresas del sector construcción cerraron temporalmente por “force majeure” (fuerza mayor), los empleados podían acceder a los beneficios entregados por la Oficina de Desempleo Nacional que consistía en pagarles el 70% de su salario (máximo EUR 2,754 brutos por mes).
Otras medidas aplicadas han sido dirigidas a mitigar el efecto negativo sobre los créditos hipotecarios y su impacto a mediano plazo en el sector inmobiliario. Por ejemplo en Canadá, el gobierno, a través del Canada Mortgage and Housing Corporation (CMHC), está asegurando la morosidad adicional relacionada a los préstamos hipotecarios, y en México el gobierno está otorgando un millón de créditos para construcción, ampliación y mejoramiento de viviendas. Estas medidas contribuyen a que a mediano plazo las entidades financieras cuenten con el capital necesario para que puedan seguir otorgando créditos hipotecarios y así el mercado inmobiliario siga funcionando.
Medidas logísticas
En algunos países y ciudades las actividades de ciertos subsectores de construcción fueron consideradas como actividades esenciales, por lo que siguieron operando durante la etapa de emergencia. Así mismo, algunos países han incluido a este sector como parte de las primeras etapas de reactivación. En ambos casos, los gobiernos están estableciendo medidas y protocolos de seguridad para reducir la propagación del COVID-19. Algunos ejemplos son:
El BID por su parte, está apoyando la aplicación de medidas de protección hacia el COVID-19 en los proyectos de infraestructura que financia. Por ejemplo, en Campo Grande, Brasil, el Programa Reviva Campo Grande, un programa de revitalización del centro, reanudó sus operaciones a finales de marzo incorporando estrategias de seguridad. Entre estas se encuentran el establecimiento de protocolos específicos de bioseguridad, ofrecer capacitación a los equipos con respecto a los protocolos, implementar practicas de higiene, y un constante seguimiento y monitoreo.
Lecciones Aprendidas
Además de determinar protocolos y lineamientos que requieren medidas de distanciamiento social, limpieza y desinfección dentro de las obras, la experiencia internacional resalta la importancia de comunicar estos lineamientos a través de guías fáciles de entender, así como cursos de inducción a los trabajadores. Complementar las medidas dentro de la obra con medidas que promuevan la seguridad en el transporte público, realizar análisis de riesgos en los sitios de construcción y consensuar las medidas entre empresas, clientes y trabajadores también son fundamentales para la efectiva implementación.
Tanto los protocolos como las medidas fiscales y financieras son necesarias para la reactivación del sector construcción. Es clave tener en cuenta que toda medida de política pública debe ser adaptada y replicada considerando el contexto de cada país. Muchas de estas medidas están siendo efectivas a corto plazo y podrán contribuir a que las empresas y los proyectos que iban en marcha puedan sobrevivir a la crisis. Sin embargo, es necesario que los gobiernos también piensen en reformas del sector vivienda a mediano y largo plazo. Reformas que permitan incrementar el acceso a vivienda de calidad, especialmente dirigido a poblaciones vulnerables.
[1] Se estima que, en América Latina, más de 5 millones de familias dependen de otras familias para acceder a una vivienda, más tres millones viven en viviendas precarias y por lo menos 34 millones de familias no cuentan con acceso a infraestructura de servicios básicos. Fuente: IDB (2012). Room for Development: Housing Markets in Latin America and the Caribbean.
[2] En promedio, los países latinoamericanos invierten el 28% del gasto total en infraestructura pública de transporte, incluye transporte terrestre, ferroviario, aéreo y otros; y el 19.7% en construcción de viviendas y de servicios comunitarios como redes de suministro público de agua y alumbrado eléctrico[2]. Fuente: Armendariz, E., & Carrasco , H. (2019). El gasto en inversión pública de América Latina: Cuánto, quién y en qué. Washington, D.C.: Banco Interamericano de Desarrollo – Sector de Instituciones para el Desarrollo, División de Gestión Fiscal.
[3] Según la OIT, en ALC, al 2018 el sector construcción empleó directamente al 7.5% de la PEA. Fuente: Organización Internacional del Trabajo. (2019). Panorama Laboral América Latina y el Caribe 2018. Lima: Oficina Regional de la OIT para América Latina y el Caribe. Obtenido de: https://www.ilo.org/wcmsp5/groups/public/—americas/—ro-lima/documents/publication/wcms_654969.pdf
Banco Interamericano de Desarrollo (BID). Trabajamos para mejorar la calidad de vida en América Latina y el Caribe. Ayudamos a mejorar la salud, la educación y la infraestructura a través del apoyo financiero y técnico a los países que trabajan para reducir la pobreza y la desigualdad. Nuestro objetivo es alcanzar el desarrollo de una manera sostenible y respetuosa con el clima. Con una historia que se remonta a 1959, hoy somos la principal fuente de financiamiento para el desarrollo para América Latina y el Caribe.
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