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Ese experimento de 1972 midió la velocidad bidireccional de la luz, o la velocidad promedio de los fotones que viajaron desde su fuente hasta una superficie reflectante y de regreso. El resultado, que aún se mantiene, ayudó a los científicos a redefinir la longitud estándar del metro (SN: 22/10/83, p. 263). Pero no habían terminado de poner la luz a prueba. A fines de la década de 1990 y principios de la de 2000, los fotones establecieron un récord para la velocidad de la luz más lenta medida a 17 metros por segundo y se congelaron en seco durante una milésima de segundo (SN: 27/1/01, p. 52). A pesar de todo ese éxito, queda un obstáculo importante: probar directamente la velocidad de la luz en un solo sentido. La medida, que muchos científicos dicen que es imposible de realizar, podría resolver la cuestión de larga data de si la velocidad de la luz es uniforme en todas las direcciones.
CITAS
LVHau et al. Reducción de la velocidad de la luz a 17 metros por segundo en un gas atómico ultrafrío. Naturaleza _ vol. 397 18 de febrero de 1999, pág. 594. doi: 10.1038/17561.
Acerca de Nikk Ogasa
Nikk Ogasa es un escritor del personal que se enfoca en las ciencias físicas para Science News. Tiene una maestría en geología de la Universidad McGill y una maestría en comunicación científica de la Universidad de California, Santa Cruz.
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En 1974, los científicos Frank Sherwood Rowland y Mario Molina dieron a conocer que los gases clorofluorcarbonados utilizados en refrigeradores, aires acondicionados, aerosoles y spray de laca, entre otros productos, se dispersan en la estratosfera expulsando una alta condensación de átomos de cloro que degradan la capa de ozono que nos protege de los rayos ultravioleta emitidos por el sol. Posterior a esto, un alto representante de DuPont, una de las más reconocidas industrias químicas a nivel mundial, estimó que la investigación era un “cuento de ciencia ficción”, un “montón de basura” y una “absoluta idiotez”. Sin embargo, en 1987, bajo el Protocolo de Montreal, se establecieron las medidas necesarias para controlar y disminuir poco a poco hasta eliminar el uso de cerca de 100 componentes químicos que afectan sustancialmente la capa de ozono.
Investigadores de la Universidad de Birmingham proponen un método para adaptar los hornos actuales que permitiría sustituir el 90 % del coque utilizado habitualmente por este sector.
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Al inicio de la pandemia, un matemático de la Universidad Autónoma de Barcelona empezó a experimentar con modelos epidemiológicos. No logró mejorar las predicciones, pero resolvió una cuestión abierta desde la década de 1980 en informática teórica sobre las redes de Petri.