Si alguien te dijera que tus abuelos eran más respetuosos con el medioambiente sin ser realmente conscientes de ello, ¿te lo creerías? Nosotros lo negaríamos rotundamente, aunque si nos paramos a pensar igual no suena tan disparatado… Te descubrimos algunas de las actividades sostenibles que sí hacían nuestros mayores hace muchos años.
Las bolsas de tela y las servilletas también
Qué orgullosos nos sentimos al rechazar la bolsa de plástico que nos ofrecen los cajeros en el supermercado, porque ya llevamos la nuestra de tela desde casa. Pero, sin quitarle la importancia que tiene a esta acción, no es un gesto revolucionario. Nuestras abuelas ya contaban con este tipo de bolsas y, además, las hacían ellas mismas con sus propios retales. Sucedía lo mismo con las servilletas o los manteles. No se concebía que fueran de usar y tirar. Al ser de tela se lavaban cuando era necesario y se volvían a utilizar. Sí, nos ganan por partida doble.
La compra en el comercio de cercanía y a granel
“Comprar únicamente lo que se necesita en cada momento”. Ese era el lema de nuestros mayores. Así, solo compraban lo que iban a cocinar o a utilizar. Con esto evitaban el derroche y que la comida se pusiera mala. Además, nada de comprar las legumbres o el arroz en envases, normalmente de plástico, nuestros abuelos pedían al peso y se lo llevaban en un paquetito de papel de estraza, en el que el mismo tendero hacía las cuentas para ahorrar papel.
Los productos solo de temporada
¿A nadie le parece extraño que sea posible adquirir fresas y naranjas durante todo el año? A nuestros abuelos sí y mucho. Hasta hace poco solo se comía fruta de temporada, es decir, las frutas que correspondían a cada estación: las fresas en primavera y las naranjas en invierno. Con esto ganábamos todos: la fruta estaba más sabrosa y se evitaba la contaminación que supone el transporte y la importación continua.
Café para toda la familia
Las cápsulas de café sí son un invento del siglo XXI. Antiguamente, cuando se hacía café, se hacía café para todos, hasta para los que no estaban. Se preparaba por la mañana y se recalentaba si se quería tomar caliente a lo largo del día. Para nuestros abuelos esta bebida también era un manjar, por eso no desperdiciaban ni una gota.
Escrito por: Beatriz Iznaola
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