De acuerdo con el estudio publicado en “Nature”, el calentamiento global está afectando a los suelos, el viento y los nutrientes disponibles, provocando que los bosques sean menos resistentes y más propensos a enfermarse. En su defecto, se desplazan hacia otras áreas en las que nunca habían aparecido para compensar esa falta de nutrimentos.
Además de los cambios mencionados, Roman Dial (biólogo de la Universidad de Alaska Pacific) indicó que las áreas de bosque son más propensas a los incendios forestales, lo que provoca la liberación de gases de efectos invernadero. “Es como si los humanos hubieran encendido un fósforo y ahora estamos viendo el resultado de eso”, agregó Dial.
En la investigación se dan ejemplos del desplazamiento de varias especies de árboles como los abetos blancos, que del noroeste de Alaska se movieron al norte, un área de tundra ártica que no había tenido árboles en milenios. De igual manera, las piceas se dirigen hacia el norte y cada década avanzan 4 kilómetros, debido a las temperaturas más cálidas y a que los cambios en los patrones de nieve y viento, influenciados por la contracción del hielo marino en la región, les beneficia.
“Fue impactante ver árboles allí. Nadie sabía de ellos, pero eran jóvenes y crecían rápidamente. Los árboles básicamente saltaban sobre las montañas hacia la tundra. Según los modelos climáticos, se suponía que esto no sucedería hasta dentro de cien años o más. Sin embargo, está sucediendo ahora”, dijo Dial, quien realizó una expedición en la zona para estudiar el movimiento de las distintas plantas árboreas.
El biólogo comentó que la “migración de árboles” no es una buena señal, debido a dos factores:
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