El uso de combustibles fósiles como el carbón, el petróleo y el gas pone en riesgo la salud del planeta y, por ende, la nuestra. Éstos son una fuente de energía que se obtiene de los restos orgánicos fosilizados que se producen a raíz de los desechos de animales y plantas, y tardan millones de años en regenerarse. Por ello se conocen como fuentes de energía no renovables.
El problema es que, al quemarlos, se liberan grandes cantidades del principal gas responsable de calentar el planeta en exceso -dióxido de carbono o CO2-, lo que contribuye al cambio climático. En otras palabras, entre más combustibles fósiles utilicemos para generar electricidad, transportarnos y producir cosas, más posibilidades habrá de que eventos climáticos extremos como los huracanes, las sequías, los tsunamis o los incendios forestales, entre otros, sean más intensos y frecuentes.
Según el informe “La transición fuera del petróleo y el gas: una posición de WWF”, para 2019 el uso de petróleo contribuyó en un 33%, el gas en un 21% y el carbón en un 39% a las emisiones globales de CO2. De ahí que sea urgente buscar fuentes de energía alternativas. La transformación del sector energético a partir del reemplazo de los combustibles fósiles por otras fuentes sostenibles es lo que llamamos “transición energética”, un término que por estos días suena mucho.
Esta es una de las metas que ha planteado el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), la máxima autoridad científica. Este grupo de científicos ha advertido que, si queremos limitar al aumento de la temperatura media global a 1,5°C para finales de siglo y lograr la meta de generar cero emisiones en 2050, es necesario aumentar el uso de energías renovables. Las energías renovables y la eficiencia energética son la solución más sostenible y asequible para garantizar que haya suficiente energía para todos y a largo plazo.
También son una herramienta crucial para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero y enfrentar el cambio climático. Incluso, hay estudios que plantean que si se hace un uso adecuado de la energía, las energías renovables podrían ayudar a reducir en un 40% la meta de reducción de emisiones planteada en el Acuerdo de París, el compromiso global más importante en cambio climático.
Sin embargo, esta no es la única ventaja del uso de estas fuentes de energía, pues además de mitigar el cambio climático, el uso de este tipo de energías contribuiría al desarrollo social y económico. Según la ONU, el 13% de la población mundial no tiene acceso a servicios modernos de electricidad, sino que dependen de la madera, el carbón o los desechos de origen animal para subsistir. Casi 800 millones de personas viven sin electricidad y cientos de millones tienen acceso a un suministro insuficiente o poco confiable. Por ello, las fuentes de energía renovables pueden ampliar el cubrimiento de servicios energéticos para alcanzar el acceso universal a energía limpia y no contaminante.
Pero ¿cuáles serían entonces las fuentes de energía que deberíamos utilizar? Aquellas que estén basadas en la utilización de recursos naturales como el sol, el viento, el agua o la biomasa vegetal o animal, capaces de renovarse ilimitadamente. Acá te explicamos cómo funcionan algunas de las energías renovables que existen:
WWF es la principal organización de conservación global, con presencia en más de 100 países y que cuenta con el apoyo de más de 5 millones de socios. Las acciones de WWF están enfocadas en seis grandes objetivos: especies, bosques, océanos, agua dulce, alimentación, clima y energía. WWF tiene además tres líneas de acción transversales: gobernanza política y social, finanzas y mercados.
Un equipo de la Universidad de Córdoba ha desarrollado una metodología que define el espacio cultivable entre módulos fotovoltaicos de dos ejes, con el objetivo de impulsar la reconversión a la producción agrivoltaica de plantas ya existentes. Usando como base una instalación fotovoltaica real ubicada en Córdoba, el modelo revela las zonas cultivables entre colectores.
Hace ya casi tres años, en junio de 2021, celebramos la llegada a las instalaciones de ITER (International Thermonuclear Experimental Reactor), el reactor experimental de fusión nuclear que un consorcio internacional liderado por Europa está construyendo en Cadarache (Francia), del solenoide central. Este componente es el corazón del complejo motor magnético del reactor, y no es otra cosa que un potentísimo imán superconductor con unas dimensiones colosales.
La molienda mecánica destaca por su relativa simplicidad, bajo costo y capacidad para llevarla a escala industrial, lo que la convierte en una opción idónea para fabricar paneles solares fotovoltaicos. Mediante esta técnica, ingenieros caracterizaron nanopartículas (de tamaños imperceptibles al ojo humano) de silicio y óxido de zinc que servirían para mejorar las celdas solares, es decir los dispositivos que convierten la radiación solar en energía eléctrica.
Un equipo de investigación del Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla y de la Plataforma solar de Almería (PSA-CIEMAT) ha validado un nuevo tratamiento en el proceso que utiliza la luz del sol para producir hidrógeno. Los resultados demuestran que se obtiene una mayor producción de esta fuente de energía limpia y con un menor coste, incluso en condiciones meteorológicas adversas.
En la región del polo sur de la Luna existen zonas donde nunca luce el Sol y otras donde siempre llegan sus rayos. Para que los vehículos puedan operar en esas condiciones, y con fondos de la Agencia Espacial Europea, investigadores de España y Reino Unido desarrollan sistemas que combinan paneles solares, baterías y generadores termoeléctricos de radioisótopos.
La esperanza de la industria del aceite de oliva ha llegado a Jaén, al sur de España, la "smart farming". La tecnología inteligente está demostrando que puede ser positiva frente a la variabilidad climática que azota la región andaluza. Pero, ¿de qué se trata esta innovación? Te lo explicamos a continuación.