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Imagen / fotograma de la película Garras de oro (1926). © P.P. Jambrina.

2025-10-08

Luces, cámaras y nación: un recorrido histórico por el cine colombiano


El cine colombiano nació en una época marcada por la fascinación ante la modernidad y el deseo de representar la identidad nacional. La primera proyección cinematográfica registrada en el país tuvo lugar el 13 de abril de 1897, apenas dos años después de la invención del cinematógrafo por los hermanos Lumière. Este hecho, ocurrido en el Teatro de Salón de González, en Bogotá, simbolizó el ingreso de Colombia a la nueva era de las imágenes en movimiento. Desde entonces, el cine se convirtió en un medio de asombro, comunicación y, más adelante, de construcción cultural.

En sus primeras décadas, el cine en Colombia dependía casi exclusivamente de la importación de películas extranjeras, principalmente francesas y estadounidenses. Los aparatos y las cintas llegaban por los puertos de Cartagena o Barranquilla, y eran exhibidos en cafés, teatros o ferias locales. Sin embargo, pronto surgieron intentos de producción nacional. Entre las primeras iniciativas se destacan los trabajos de los hermanos Di Domenico, quienes produjeron María (1922), considerada la primera película argumental colombiana. Basada en la novela homónima de Jorge Isaacs, la cinta intentó capturar la sensibilidad romántica de la literatura nacional, aunque su éxito fue más simbólico que económico.

La época del cine mudo en Colombia estuvo caracterizada por la escasez de recursos y las limitaciones técnicas, pero también por una curiosidad inagotable. Documentales sobre ferrocarriles, fiestas religiosas o acontecimientos políticos daban cuenta de un país en transformación. En ese contexto surgieron figuras como Arturo Acevedo Vallarino, pionero que realizó noticieros y cortos que mezclaban lo informativo con lo artístico. Sin embargo, la consolidación de una industria cinematográfica estable se vio truncada por factores estructurales: la falta de capital, la débil infraestructura técnica y el escaso apoyo estatal.

La llegada del cine sonoro a finales de los años treinta cambió por completo el panorama. Mientras en otros países latinoamericanos —como México o Argentina— la industria fílmica florecía, en Colombia la transición fue lenta y costosa. Aun así, se produjeron filmes que buscaron integrar las costumbres locales con los nuevos recursos tecnológicos, como Flores del valle (1941) y Allá en el trapiche (1943). Estas obras reflejaron un interés por lo folclórico y por la representación idealizada del campo, tendencia que dominaría buena parte del cine colombiano en las décadas siguientes.

Rupturas y persistencias: del realismo social a la búsqueda de identidad (1950-1990)

Durante la segunda mitad del siglo XX, el cine colombiano atravesó una etapa de tensiones entre la imitación de modelos extranjeros y la búsqueda de una voz propia. Los años cincuenta y sesenta estuvieron marcados por un predominio del cine comercial, en el que comedias ligeras y melodramas urbanos intentaban atraer al público nacional. Sin embargo, estos productos solían carecer de profundidad narrativa y de identidad cultural sólida. Paralelamente, la violencia política y social del país comenzaba a filtrarse en las temáticas fílmicas, abriendo el camino hacia un cine más comprometido.

El impulso de la televisión en la década de los sesenta desplazó parcialmente al cine como medio de entretenimiento, pero también ofreció un espacio de aprendizaje técnico para nuevos realizadores. En los setenta emergió un movimiento de cine independiente influido por las corrientes del nuevo cine latinoamericano, que promovía una mirada crítica sobre la realidad. Películas como Gamín (1978), de Ciro Durán, o Cóndores no entierran todos los días (1984), de Francisco Norden, marcaron una ruptura frente a la superficialidad anterior, abordando problemáticas sociales, la marginalidad y la memoria histórica. Estas obras mostraron que el cine colombiano podía ser un instrumento de reflexión colectiva, no solo un producto comercial.

El desarrollo institucional también tuvo un papel clave. En 1978 se creó la Fundación Patrimonio Fílmico Colombiano, con el objetivo de preservar y difundir el acervo cinematográfico nacional. Gracias a sus esfuerzos, muchas obras perdidas del periodo mudo y del cine clásico pudieron recuperarse y restaurarse, construyendo así una memoria audiovisual del país. A la par, la creación de festivales —como el Festival Internacional de Cine de Cartagena de Indias (FICCI), fundado en 1960— consolidó espacios de exhibición y discusión que contribuyeron a profesionalizar el sector.

En los años ochenta y noventa, el cine colombiano continuó su camino de autodescubrimiento. Directores como Lisandro Duque, Víctor Gaviria y Jorge Alí Triana propusieron narrativas que combinaron el realismo social con una mirada poética y simbólica. La estrategia del caracol (1993), por ejemplo, logró gran éxito internacional al retratar la resistencia popular en un barrio bogotano mediante una historia de humor y solidaridad. Por su parte, La vendedora de rosas (1998), de Gaviria, mostró con crudeza la vida de los niños de la calle en Medellín, reafirmando la capacidad del cine para denunciar y emocionar.

Sin embargo, la falta de una legislación sólida que fomentara la producción local seguía siendo un obstáculo. Las películas se financiaban con gran dificultad, y muchas no llegaban a los circuitos comerciales. Aun así, la perseverancia de los realizadores, la formación de nuevas escuelas de cine y el fortalecimiento de las instituciones culturales prepararon el terreno para una nueva etapa de expansión y reconocimiento.

Vicenzo, Francesco y Giovanni di Domenico Mazzoli, pioneros del cine colombiano. © Tiempos de Olympia.

La consolidación contemporánea: globalización, diversidad y nuevos lenguajes (2000-actualidad)

El siglo XXI marcó un renacimiento para el cine colombiano, impulsado por transformaciones políticas, tecnológicas y culturales. En 2003 se promulgó la Ley de Cine, una política pública que creó fondos de estímulo, incentivos fiscales y programas de formación. Gracias a este marco, la producción audiovisual nacional experimentó un crecimiento sin precedentes. Surgieron nuevas generaciones de directores que abordaron temas variados: desde los conflictos armados y la memoria histórica hasta la identidad de género, la migración y la cotidianidad urbana.

Películas como La sombra del caminante (2004) de Ciro Guerra, Perro come perro (2008) de Carlos Moreno y El vuelco del cangrejo (2009) de Óscar Ruiz Navia reflejaron una diversidad de estilos y miradas. En particular, El abrazo de la serpiente (2015), también dirigida por Guerra, se convirtió en un hito al ser nominada al Óscar a mejor película extranjera. Su estética onírica y su diálogo intercultural entre el mundo indígena y el occidental simbolizaron una madurez artística y conceptual del cine colombiano ante el mundo.

La consolidación del cine nacional no solo se dio en el terreno artístico, sino también en el técnico y logístico. El país se convirtió en escenario para coproducciones internacionales gracias a su riqueza paisajística, a la profesionalización de su talento técnico y a los incentivos económicos ofrecidos por el Estado. Bogotá, Medellín y Cali emergieron como polos de producción audiovisual, con cinematotecas, laboratorios y festivales que articulan la creación, la formación y la divulgación.

Al mismo tiempo, la digitalización democratizó el acceso a los medios de producción. Las cámaras ligeras, los programas de edición accesibles y las plataformas de distribución en línea permitieron la aparición de una nueva generación de cineastas independientes. Documentales, cortometrajes experimentales y ficciones de bajo presupuesto comenzaron a circular fuera de los circuitos tradicionales, ampliando el panorama narrativo y estético del cine colombiano. Esta pluralidad ha permitido representar comunidades y regiones antes invisibles en la pantalla, contribuyendo a una visión más compleja y diversa del país.

En las últimas dos décadas, el cine colombiano ha explorado con audacia la memoria del conflicto armado, las heridas sociales y los procesos de reconciliación. Producciones como Los colores de la montaña (2010), Monos (2019) o Memoria (2021) ofrecen miradas críticas, poéticas y universales sobre la experiencia colombiana. Estas películas demuestran que el cine nacional ha alcanzado un equilibrio entre el compromiso social y la experimentación artística, situándose como una voz relevante dentro del panorama latinoamericano.

El futuro del cine colombiano se proyecta sobre un horizonte de integración y renovación. Los retos actuales incluyen consolidar la distribución nacional, fortalecer la preservación del patrimonio audiovisual y ampliar la participación de mujeres, comunidades afrodescendientes e indígenas en todas las etapas de producción. Además, el avance del cine digital, las plataformas de streaming y la inteligencia artificial abren nuevas posibilidades narrativas y estéticas, pero también plantean dilemas sobre la sostenibilidad cultural y la autonomía creativa.

En última instancia, la historia del cine colombiano es la historia de un país que, a través de la imagen, ha buscado entenderse a sí mismo. Desde las primeras proyecciones en teatros improvisados hasta los estrenos internacionales en festivales de prestigio, el cine ha acompañado los procesos sociales, políticos y culturales de Colombia. Más que una cronología de películas, su evolución constituye un espejo en el que se reflejan los sueños, las luchas y las contradicciones de una nación en permanente construcción.

Para saber más…

Si desea ampliar sus conocimientos sobre temas relacionados, puede consultar la edición 285 de la Revista Virtualpro: La IA en las industrias creativas y culturales.


Referencias

Mª de Czestochowa Molina, S. (2020). Cine en Colombia: historia de una industria. Ñawi: arte diseño comunicación, 4(2), 169-180.
https://doi.org/10.37785/nw.v4n2.a10

Orcasitas Pacheco, L. J., Gómez Salazar, J. O., & Bámaca-López, E. (2024). Cine colombiano: retratos de incertidumbre y esperanza. (1 ed.) Pedro & João Editores.
https://pedroejoaoeditores.com.br/produto/cine-colombiano-retratos-de-incertidumbre-y-esperanza/

P.P. Jambrina. (2024). Garras-de-Oro.jpg. [Imagen]. Wikimedia Commons. Retrieved October 7, 2025, from
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?title=File:Garras-de-Oro.jpg&oldid=964907581.

Tamayo, Camilo. (2006). Hacia una arqueología de nuestra imagen: cine y modernidad en Colombia (1900-1960). Signo y Pensamiento, 48, 39-53.
http://www.scielo.org.co/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S0120-48232006000100003&lng=en&tlng=es.

Tiempos de Olympia. (2017). Los hermanos di Domenico, en Gran Cinema Olimpia.png. [Imagen].
https://commons.wikimedia.org/w/index.php?title=File:Los_hermanos_di_Domenico,_en_Gran_Cinema_Olimpia.png&oldid=261402548

VV. AA. (2019). Cine colombiano: historia y representación de un país filmado. XIX Congreso Colombiano de Historia.
https://asocolhistoria.org/wp-content/uploads/2021/02/31.-MCH2019-S7-CINE-COLOMBIANO.pdf


Felipe Chavarro
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