La teoría ecológica ofrece aplicaciones a la gestión de la biodiversidad, pero a menudo no cumple las expectativas. Una posibilidad es que las teorías heurísticas de una ciencia joven sean demasiado inmaduras. El crecimiento logístico predice una capacidad de carga, pero las pesquerías gestionadas con el paradigma Lotka-Volterra siguen colapsándose. Una segunda cuestión es que las predicciones generales pueden no ser útiles. La teoría de la biogeografía insular predice la riqueza de especies, pero no la composición de las comunidades. Una tercera posibilidad es que la propia teoría no tenga mucho que ver con la naturaleza, o que la parametrización empírica sea demasiado difícil de conocer. El paradigma de las metapoblaciones es relevante para la conservación, pero puede que las metapoblaciones no sean comunes en la naturaleza. Por ejemplo, la parametrización empírica dentro del paradigma metapoblacional suele ser inviable. Uno de los retos consiste en determinar por qué la ecología a veces no se ajusta a las necesidades de los gestores y otras sí. Es posible que los gestores esperen demasiado de los planos paradigmáticos, mientras que los ecólogos se los creen demasiado. Quienes ejecutan los planes de conservación de la biodiversidad necesitan directrices sencillas y pragmáticas basadas en la ciencia. ¿Es esto posible? ¿Qué es posible? Una revisión ecléctica de la teoría y la práctica demuestra el poder y las debilidades de las ideas que guían la conservación e intenta identificar las razones de la decepción reinante.